Facultad de Economía

Opinión Divergencia
9 de octubre de 2020

Colombia: El eterno contraste

Una de las pocas construcciones sociales que llegó a ser universal es la matemática. Una lógica que escapa de toda subjetividad, por lo menos, en cuanto a resultados. Una obra hermosa que nos permite encontrar un contraste eterno entre operaciones, razones y problemas. Por ejemplo, en una ecuación para anular una suma, tenemos la resta, para revertir una multiplicación, está la división, para revertir una potenciación, está la radicación y así sucesivamente se encuentra una forma sutil que tienen las fuerzas del mundo y la razón para decirnos algo simple: la existencia es de contrastes e incluso de opuestos.

Así pues, dentro de estas relaciones diferenciales se encuentra una bastante peculiar; Colombia. Un país con más de un millón de metros cuadrados; con doble salida a océanos, el Pacífico y el Atlántico; diversidad étnica, de flora, fauna y dialectos; altamente reconocido por su café y la calidad de su tierra; por el talante de sus mujeres y la alegría de sus habitantes. Hasta aquí un paraíso. Sin embargo, a través de la historia atropellada de su independencia y del dominio continuo de las clases sociales más adineradas, sus habitantes se debaten entre la belleza de sus tierras y los problemas sociales que hay en el país. Preguntándose si vale la pena luchar por una Colombia mejor.

De manera que, esa pregunta genera opiniones divididas. Por un lado, algunos miembros del quintil más rico a veces ni se pregunta si vale la pena luchar, solo se van a otros países. La otra parte de esta comunidad, parte a tierras lejanas para traer el conocimiento del mundo y traducirlo en desarrollo colombiano, o están generando empleo en el país y como se dice popularmente están “saliendo adelante”. Por otro lado, están los pertenecientes a la clase media, los cuales están envueltos en una crisis profunda de identidad porque no saben si son ricos o pobres ya que viven con el miedo de perder lo que tienen y volverse pobres, y con la esperanza de conseguir dinero y volverse ricos. Así mismo, son los más reaccionarios ante las injusticias. Los que les dan voz a las exigencias de los ciudadanos de escasos recursos y los que generan cambios políticos cuando llegan al ejercicio del poder. Por último, pero no menos importante, están las personas de escasos recursos, que son los que curiosamente afianzan más su relación con la tierra porque la defienden, la cuidan y la protegen. Y no es porque se deba romantizar la pobreza, sino porque eso responde a una lógica sencilla: cuando tienes poco, lo defiendes con toda.

Sin embargo, a todas las clases sociales les llega un momento ineludible de desesperanza que les hace cuestionarse si vale la pena seguir en Colombia. Por ejemplo, los estudiantes se preguntan “pa que putas estudio si me van a matar”, “si me van a pagar un sueldo de mierda yo que hago aquí”, “en Estados Unidos me pagan más mesereando”. Incluso, hay un razonamiento que es aún más general dentro del pensamiento colombiano, la muy afamada mentalidad “para que voto”, “eso todos son iguales”, “todos roban”. Lo cual nos lleva a analizar dos variantes: El irse y el quedarse. Pero como se conoce fácilmente por qué irse, solo me detendré en decir por qué quedarse. En Colombia vas a:

tener abundancia de alimentos de todo tipo como frutas, verduras, carnes y una gastronomía envidiable; paisajes deslumbrantes y personas amables conocer la cultura afro, indígena y criolla; pasar de tierra cálida a tierra fría en menos de dos horas y pasar de un nevado a 5700 m sobre el nivel del mar a la playa en menos de cinco horas en carro; conocer fiestas de todo tipo, carnavales, reinados, música folclórica; poder conocer los páramos, el Amazonas, los llanos orientales, el Tairona, San Andrés y providencia; conocer especies animales como los cangrejos, el oso perezoso, el tití cabeciblanco, el cocodrilo del Orinoco, la arawana, el jaguar, la mariposa morpho, el colibrí; conocer el único rio de siete colores; conocer la ciudad perdida de los indígenas Tayronas; Probar la colombiana, el aguardiente, el arequipe, la panela y todos sus derivados y por supuesto, el infaltable café.

En resumen, Colombia no es el mejor lugar para vivir si buscas una vida de lujos, o de bienestar económico, ni de respeto absoluto de los derechos humanos. Pero si es el mejor lugar para ser feliz con poco, ser feliz con una idea que antecede a la sociedad material. Una vida que le grite a lo material, a la violencia interna, a la desigualdad, a la corrupción la frase de la líder comunitaria puertorriqueña Amparo García “no es que queramos vivir así, es que queremos vivir aquí”

Autor: Juan David Grisales Salguedo

Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

Imagen tomada de: National Geographic España